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ALEJANDRA CENDRA Tiene 24 años y ya le devolvió a su padre el dinero con que abrió una pastelería que comienza a tomar cuerpo. ¿Sus aliados? Los frutos novoandinos. Ya tiene dos locales. Fue sin querer queriendo. Cuando se inició en el Miraflores Park Plaza, a la practicante de hotelería Alejandra Cendra la mandaron a la cocina. Año 2000. No sabían lo que habían hecho. Elaborando postres, ella se reencontró con las dulces faenas vividas con su abuela, su maestra.
Por Antonio Orjeda Definitivamente, tenía buena mano. Jamás había pensado en la repostería como profesión (hasta entonces). Cambió de carrera. Desde la cocina de sus padres, comenzó a conquistar clientes. En su ascenso, la señorita de 24 abriles --que habla a mil por hora y nos ha recibido con el dedo índice vendado-- ha contado con el esencial respaldo de quienes la trajeron a este mundo que ella ahora endulza. ¿Su marca? Alejandra y Punto. Su padre estaba por comprar un departamento cuando decidió usar ese dinero en usted, que entonces tenía solo 22 años. Él prefirió comprarle una planta de pastelería. ¿Cómo entenderlo? ¿Por qué confió en usted? Lo hizo porque cuando yo empecé a trabajar en mi casa --porque empecé a venderle postres a la heladería Sarcletti, al Club Árabe, a hoteles y afines-- las cosas comenzaron a ir muy bien, ¡había mucha demanda! La gente llamaba: Alejandra, ¡se han acabado! Te digo: nuestra pastelería es bien casera, y no sé, como que genera dependencia, ¡es muy, muy rica! (ríe)... A través de un contacto me enteré de que Starbucks iba a llegar al Perú y que quería un proveedor de postres. Me presenté y pasamos la prueba; pero cuando el gringo de Starbucks vino, me dijo: aquí, en tu casa, esto va a colapsar; porque nosotros vamos a abrir un montón de tiendas... Entonces mi papá dijo: caracho, en la casa no tenemos espacio ni para nosotros, mejor abrimos un local. Y desde entonces estamos acá (en La Molina, donde tiene su planta y una de sus dos tiendas). ¿De cuánto fue la inversión? Fueron 28.000 dólares, más o menos... Ustedes tenían donde vivir. Claro, pero mis padres querían comprar un departamento para tener otro bien, para alquilarlo y tener una renta más antes de que se jubilen. Pero, bueno, entonces fue cuando mi papá confió en mí: tanto por la calidad del producto como porque vinieron los de Starbucks. Entonces decidió coger ese dinero y poner esto. Usted tenía 22 años. Era una enorme responsabilidad. ¡Fortísima! Además, tenía un cargo de consciencia, porque, caracho: mi papá estaba dejando de comprar un departamento, ¡y yo tenía que responder! Y la verdad, es que respondí. Mira, él confió en mí, primero, por los valores con los que ellos me han educado; y, segundo, porque él sabía que mi profesión me venía de hace muchísimo tiempo. Esto no era una ventolera. No como pasó con mucha gente de mi promoción, porque nosotros empezamos 40 y terminamos 2. No. Esto, yo lo tenía en la sangre: yo tenía mano para esto. Entonces, mi papá confió; y ser el primer proveedor de Starbucks en el Perú, para mi currículum, ¡fue buenísimo! Hoy tiene 24 años, ya canceló la deuda con su padre, ahora tiene dos locales. Sin embargo, tiene 24 años, ¿ha alterado esto su vínculo con los chicos de su generación? A veces me causa problemas. Es difícil entablar conversación con amigos que están en otra nota: tengo amigas que todavía no saben lo que quieren, amigos a los que el papá obligó a estudiar Medicina y ahora no se sienten contentos... Ahora, yo podré haber demostrado mucha responsabilidad, ¡pero a mí también me encanta divertirme! Porque después de hacer tanto postre, ¡me encanta irme a bailar! Pero sí, hay chicos de mi edad con los que no hablo el mismo idioma. Sin embargo, mira: la persona que administra el negocio es mi mejor amigo... Creo que los amigos hombres son mejores que las mujeres (ríe)... ¿Por qué? Por la envidia. Me ha pasado mucho... por el negocio. "Ay, sí, debes ganar mucho, ¿no?", me han hecho comentarios como ese. Pero también tengo mi agrupación --los sodálites, porque yo soy católica--, y ahí sí he encontrado chicas con valores definidos. ¿La verdad? La juventud, ahora, está tan perdida. Hay una falta de valores... sabes a qué me refiero, ¿no? Y yo no voy con eso: yo tengo una responsabilidad muy grande con este negocio. Yo abro y cierro, y este chico que me está viendo la parte administrativa lo está haciendo porque yo ya no puedo más: antes, yo era multifacética, pero las cosas comenzaron a ir un poco mal porque me metía en la parte administrativa, producía, me iba a los programas de televisión, a las tiendas, ¡y no se puede hacer todo! Así que, ahorita, me estoy abocando a la producción y a la parte pública --a través de los programas de Canal 7 y Canal 6--, ¡y ya! Estoy feliz con eso. De profesión es técnica en pastelería. ¿De dónde le viene la vocación por hacer empresa? Yo soy vendedora de nacimiento. Mi primer trabajo fue a mis 12 años en una librería. Siempre he sido bien 'recursera': en el colegio vendía portaminas o mis brownies... ¡yo soñaba con tener una tiendita! Desde chiquita me gustaba estar detrás del mostrador, vendiendo, ¡tengo más labia que Alan García! (carcajadas)... Mira, yo no he estudiado Administración, pero conozco el negocio desde que empecé: lo conozco de pe a pa... Sus postres están hechos con productos que el Perú ha redescubierto. ¿Por qué apuntó a ellos? Todo empezó por el concurso del Senati (el Fepan 2004), ahí empezaron mis ganas de crear postres novoandinos. ¡Hay frutas que la gente desconoce! Acá vienen y preguntan: ¿qué es el aguaymanto? Mira, en Le Cordon Bleu, a mí me dieron la base, pero, de cocina novoandina, a nosotros nunca nos enseñaron. Por eso siento que tengo poco que agradecerle, porque yo me hice practicando y trabajando en las cocinas de los hoteles, ¡ahí me fogueé duro! Porque en la escuela llevamos la parte práctica, pero cuando llegué al hotel y vi unas comandas gigantescas, y tenía que hacer miles de galletas, ¡ahí sí que aprendí! Ese es un enorme problema: pese a tener una cocina extraordinaria, nuestras escuelas de cocina no terminan de enseñarnos a valorar lo nuestro. ¡Exacto! Por eso, yo solita he ido creando mis postres, ¡y la gente está feliz! Y ya se ha acostumbrado a comerlos. Las escuelas deberían ponerle más atención a los productos novoandinos. Porque, además, a través de la cocina se puede alimentar la autoestima del peruano. Así es. Claro. ¿Tiene novio? No. Tiene 24 años y ya ha alcanzado todo esto. ¿Qué va a ser de su empresa --de Alejandra y Punto-- cuando tenga 30? La idea es poner más puntos de venta. Igual a este: chiquititos. No queremos ser como San Antonio --enormes--, sino poner pequeños puntos de venta en varios distritos, en provincias como el Cusco, para que poco a poco la gente vaya conociendo nuestro producto; es que --de verdad-- es muy bueno, y nos gusta aplicar las frutas peruanas en nuestros postres. O sea que pronto el Perú entero va a saber de usted. Sí, poco a poco ya nos estamos haciendo conocidos. Vienen y nos preguntan: ¿Tiene pastelería novoandina? ¿Tiene ese cheese cake de mamey que he visto en la televisión? Para La Semana del Zapallo, en el programa de Gastón Acurio, hice un cheese cake de zapallo macre. ¡A mí me encanta crear! Ese es mi objetivo. Por eso me liberé de la parte administrativa y me estoy dedicando ahora por completo a la producción. Por eso se ha quemado el dedo. Sí, por eso me lo quemé (ríe). LA FICHA Nombre: Alejandra Cendra Valdizán. Colegio: Terminó en el San Francisco de Borja. Antes, hizo cinco años en el Sophianum de Arequipa. Estudios: Concluyó el segundo ciclo de Hotelería en Le Cordon Bleu Perú y se trasladó a Pastelería. Faltándole solo un ciclo para terminar la carrera, Alejandra prefirió dejar esa escuela. Edad: 24 años. Cargo: Propietaria, jefa de pastelería y gerenta general de Alejandra y Punto.